Nuevo Euskadi

Servicio prepago vs derechos humanos

Miguel Ángel Puentes / Bilbao / Abril 2008

Si miramos atrás son pocos los días que nos separan del mes de marzo, tiempo en el que se recuerda con especial énfasis a la mujer trabajadora. Las manifestaciones del día 8 que se realizaron en todo el mundo puntualizan que la sociedad “moderna”, aún tiene que mejorar y reconocer derechos esenciales para la mujer. Desafortunadamente y coincidiendo con el mes pasado, se publicó, en este periódico, un artículo con el título “Euskadi Profundo”, un texto en el cual se utilizaba el término “servicio prepago” para referirse a la prostitución ejercida por mujeres inmigrantes de una forma tan inmediata e irresponsable, como fuera de contexto.

El término “servicio prepago” ligado a lo sexual tiene su origen en Colombia. Es una actividad silenciosa, escondida e individual que se maneja a través de teléfonos móviles lo cual hace muy difícil identificar, quiénes son, dónde están o en qué sitios se reúnen las personas implicadas. Algunos afirman que es una actividad que no se debe confundir con la prostitución, porque las “prepago” son profesionales, ejecutivas, universitarias, que lo hacen por necesidad económica o placer; posición que no se ve respaldada por los resultados de las investigaciones realizadas por la Policía Nacional y el Bienestar Social de Colombia. En estas investigaciones se relacionan estas redes con el tráfico de seres humanos, incluso de menores de edad. La voz de alarma ha saltado en el momento en el que padres y madres desconocen que alguno de sus hijos o hijas menores están atrapadas en este mundo. Conscientes de esta problemática las instituciones colombianas realizan actualmente diferentes campañas y acciones sociales con el fin de erradicar este flagelo.

Mi preocupación al observar el término “servicio prepago”, al igual que “desechable”, palabra usada para referirse a los mendigos en Colombia, me lleva a cuestionarme como la utilización de estas denominaciones conlleva la indiferencia casi burlesca hacia una problemática social terrible de nuestra sociedad de consumo. El uso de estas expresiones minimiza la realidad vital, psicológica, emocional, social y humana de los individuos: niños, niñas y mujeres que viven estas circunstancias. Considero que como actores de nuestro presente y futuro social nos corresponde poner freno al uso denigrante del lenguaje, y como ciudadanos cada vez más mimetizados por la globalización, debemos realizar un esfuerzo para no olvidar que al otro lado de estas expresiones se encuentran personas como nosotros.