Aitor Arjol / Bilbao / Diciembre 2007
E: Bolivia es un país que me impactó muchísimo. No elegí el destino, pero debido a la cercanía cultural me decanté por Latinoamérica. El hecho fortuito es que mi perfil encajara para un puesto que salió en Bolivia. Carecía de referencias y no tenía expectativas, porque no sabía dónde iba. Bolivia me sorprendió muy gratamente. Es un país que al principio casi nadie lo puede ubicar en el mapa, pero resultó un país fascinante.
E: Lo cierto es que cuando me fui no dejé nada atrás, porque siempre pensé que podía regresar. Fue una emigración elegida, no por motivos políticos. Tuve la oportunidad de elegir, y pensé: “vaya bien o vaya mal siempre tengo la posibilidad de retornar”. Eso te abre una vía, otra esperanza.
E: Sí. Lo cierto es que tiene un punto de locura, pero también de sensatez. Fue una decisión pensada y el momento, ¿era o no el óptimo? No lo sé. Nunca lo sabré. A mí me ha resultado positivo.
E: En efecto. Aquí estaba con unas condiciones que no eran para nada las deseables.
E: Más bien lo segundo. Trabajar en lo que te gusta es una suerte, pero además, una pasión, una forma de vida. Estoy contenta, como persona, como mujer, como ser humano, como un todo, por desarrollar una actividad de esta naturaleza.
E: Sí. Estoy segura. Tengo muy buenos vínculos y no sólo con los países donde he estado, sino también con las personas.
E: Pues sí. No me restrinjo a estar sola en el País Vasco. En estos momentos puedo situarme en África, donde tengo compañeros trabajando en Burundi. En Bolivia, fragmentada con un montón de gente. En Honduras, de donde acabo de recibir el mail, de una compañera que era mi jefa y ahora una de mis grandes amigas. Continuamente me llegan noticias de todas partes y eso es lo hermoso, que se acuerden de ti y hayas pasado por la vida de algunas personas dejando huella.
E: Sí. Pero creo que he cambiado yo como persona. La forma de ver la realidad tiene que ver con esa transformación. Cuando te vas a un país, al final sigues siendo extranjero y hay que aprender a vivir.
E: Me preocupa que no lo sepamos aceptar y que no tengamos una visión más abierta. Debería haber entendimiento y respeto. Es más, que lleguen de fuera lo tomamos como una problemática y no como una ocasión,
E: Al final es un poco de utopía. Te encuentras con almas por el mundo y sientes que no eres la única utópica. Hay más gente de la que pensamos, con similar arranque y fuerza. Creo que somos personas que no nos conformamos con que la humanidad esté perdida. Al contrario, no dejamos que nos gane esa sensación. Tenemos la esperanza, la fuerza, la pasión, para decir “tenemos que hacer algo”.